domingo, 8 de noviembre de 2015

Vivir con respeto a la naturaleza.

Allá por Abril, si mi cabeza no me falla, que viene a ser costumbre que vaya haciéndolo, visitamos el pueblo Sieso de Jaca, situado en Huesca. 
Nos llevó, o mejor, fuimos gracias a un maravilloso profesor de la facultad que nos impartía "ciencias experimentales en educación infantil", el cual conocía ya el pueblo y a los habitantes porque había ido otros años y porque (y como ya transmitía sin necesidad de decir una palabra) había vivido durante una breve temporada como (y suponemos que con) los habitantes de Sieso. 
Quede prendada de semejante lugar, era tan sumamente bonito. 
De por sí, siempre me ha gustado la naturaleza, pero la excursión y dinámicas que realizamos, el ver un pueblo que se autoabastecía por sí sólo y el trato de algunos de los habitantes hicieron que no quisiera irme. Pero siempre hay que volver.
Antes de llegar al pueblo, y por el camino (largo) realizamos algunas dinámicas que nos enseñaron, para que en un futuro las pudiéramos utilizar con los y las peques, a la vez que algunos de los habitantes del pueblo (que por aquel entonces no sabíamos que lo eran) también nos realizaban dinámicas para que conociéramos un poco de los alrededores y del pueblo que íbamos a conocer en breves. 
Al llegar al pueblo, comimos lo que nos habían preparado (5€). A continuación y después de lavar los platos, cada cual lo que había utilizado, tomamos café y pudimos recorrer un poco el pueblo con total libertad.
Sieso cuenta con unos 15 habitantes (unos más arriba, quizás) y unas 6 o 7 casas. Pero cuidado, no son casas típicas como en las que podemos vivir cualquiera de nosotros/as; tuvimos oportunidad de visitar dos de ellas (mi grupo de "amigas" y yo). Y más que casas se les podría denominar habitaciones. Una de ellas contaba con 3 literas, un total de 6 camas, y eso era todo. Y la otra, que estaba encima de una de las "habitaciones" de otra habitante (la guía), era la habitación de un familiar de una de mis "amigas", y contaba con un sofá cama, una mesilla, un escritorio y una estantería, nada más. La cocina era común, y tenían un lugar para las asambleas donde tomaban todas las decisiones comunes, que era otra habitación espaciosa donde pudimos estar con tres de los habitantes, bueno, cuatro (el bebé que estaba siendo amamantado por una de ellas), y que nos explicaran las dudas y curiosidades que teníamos. 
Después, salimos a merendar (bizcocho), y a continuación y en mitad de la naturaleza, formamos un círculo y hablábamos sobre como había sido nuestro día, lo que más y lo que menos nos había gustado, etc. 
Mi frase fue tal cual "ojalá yo supiera y tuviera el valor de vivir como lo hacéis vosotros/as". 
Y es que era mi sensación. Es una vida que envidio, porque no llega a ser tan hippie como los verdaderos hippies (hago dicha aclaración porque mucha gente confunde los hippies con los perrofalutas, y una cosa es llevar rastas y otra muy diferente, la filosofía de vida de los hippies) ni a ser tan capitalizada como la de la mayoría de la población. 
Pero dejarlo todo, irme a un lugar perdido donde el pueblo más cercano está a bastantes km y no hay tiendas, por muy bonito que sea, se me haría difícil casi imposible. También, porque no tienen baños, o bueno, tienen uno pero es como los de la antigua usanza, el cual probamos durante nuestra estancia, y la verdad, es que no es algo que me motive el no tener privacidad. 
El camino de vuelta al bus, que nos esperaba en la "carretera", a unos kilómetros, era otro al de por la mañana; ya que el de por la mañana nos supuso unas 3h entre dinámicas y sitios que visitamos como el "lago" de la 1ª foto, y el de por la tarde, era más corto y fuimos sin pararnos en hacer nada. 
Las vistas eran preciosas. Yo me iba con nostalgia, con ganas de volver. 
Pero sobretodo, en el camino de vuelta y la excursión en sí, disfrute de la naturaleza.
Unas dos horas después, volvíamos a estar en la horrible aglomeración y contaminación.

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